EN PRESENCIA DEL PAYASO
Un ‘saltimbanqui’ de Manresa
Per Marina Suleymanova
Foto: Jesús M. Atienza
Hay payasos blancos y hay payasos augustos, hay excéntricos y bufones, los de calle y los de teatro, los que hablan y los que no. Y hay Marcel Gros, un auténtico creador de mundos que este año cumple 40 años desde que en 1981 acabó su rutina bancaria para hacer el teatro de calle. “Mientras trabajaba en el banco, yo era un saltimbanqui: “banqui” por la mañana y “salti” por la tarde. Mis padres querían que fuera más “banqui” que “salti”, pero al final salió lo que salió.
Un día me di cuenta que todo lo me gustaba hacer, tenía un nombre, era el payaso”, cuenta Marcel Gros.
A pesar de ser Gros y tener los 40 años de trayectoria artística, el payaso, siempre que se encuentra frente al público, juega e intenta a ser niño para recuperar su bestiali- dad, curiosidad e inocencia. Un niño que no quiere dar toda la razón a los adultos, porque los adultos están adulterados. “Me complico mucho al preparar un espectáculo, sacando al escenario lo más simple que pueda entender incluso una persona adulta. Además, siempre digo, si hay una cosa que el niño no entienda, que lo pregunte a un adulto. Pero, sobre todo los adultos, preguntad a los niños si hay alguna cosa que no entendéis”.
Marcel Gros dice que el lenguaje del payaso no trata sólo el sentido del humor; es mucho más rico. Ser payaso es mostrar tu lado humano, ser poeta, es una manera de comunicar las cosas. Desde que Marcel Gros aparece en la pista no para de contar y de explicar
todo lo que hace y lo que le rodea. Curiosa- mente, sus monólogos no molestan, incluso ayudan al espectador a seguir el juego y la imaginación del artista. El payaso reconoce que no aguanta sin hablar y que el texto le sale desde dentro.
“Tengo una especie de dramaturgia que se llama comicaturgia. Pienso que no hablo, digo cosas”, añade.
El artista considera que ser payaso es una manera de ir por el mundo y ser auténtico. Y si eres auténtico, puedes hacer lo que te dé la gana, eso sí, siendo auténtico. Los Colombaioni le han enseñado que ser payaso es un oficio. Entonces él ha continuado con los maestros como Philippe Gaulier y Pierre Byland. Actuando en la calle en los años ochenta conoció a sus futuros compañeros de la compañía Teatre Mòbil. Más adelante empezó un camino en solitario. Hoy en día trabaja con su insustituible compañera Maite Orriols que le hace de técnica y, según cuenta nuestro protagonista, “hay muchos técnicos que alucinan con ella”.
“Uno llega mucho más lejos con un lápiz y un papel, que con todas las aplicaciones que podría bajar al teléfono móvil”, dice el payaso nacido en Manresa (Barcelona). Y cree que la imaginación y la risa es lo que nos tiene que sacar de este tipo de pandemia.“Los payasos ya estábamos acostumbrados a llevar la mascarilla o la máscara más pequeña del mundo”, dice Marcel Gros, referiendo a la nariz roja que está colgada en su cuello, mientras está puesta la mascarilla. Y el payaso añade: “Es todo un baile de máscaras, la ópera de la vida”.
Hoy en día trabaja con su insustituible compañera Maite Orriols, que le hace de técnica
Marcel Gros cree que la imaginación y la risa es lo que nos tiene que sacar de la pandemia